domingo, 29 de junio de 2014

Qué se sabe de los belgas #26 // Últimamente se está muriendo gente que no se había muerto nunca #33: The Child of Lov


El tiempo se lo lleva todo por delante; no hay tsunami que arrase como él. Esta trágica consideración viene a cuento para hablar de The child of Lov, nombre artístico bajo el que se escondía Martijn William Zimri Teerlinck (también conocido como Cole Williams). Su debut discográfico del año pasado estuvo varias semanas sin salir del giradiscos de Gog, y por lo mismo figuró un tiempo al frente de la sección de On Repeat de este blog. Empezaron a acumularse capas de tiempo, jaleadas por esto y aquello y lo otro, hasta que al final no se le dedicó el post que había pensado para él. 

El caso es que acaba de rodarse un vídeo para uno de aquellos temas —«One Day»—, el que compartía protagonismo con Damon Albarn. Y lo que debería ser un motivo de satisfacción, resulta que no puede serlo tanto, ya que se trata de un trabajo póstumo. Nos enteramos ahora de que a Williams lo barrió el tiempo el pasado diciembre por unas complicaciones sin determinar durante una operación clínica. Criado en Holanda, había nacido en Bélgica hacía 26 años. Un cadáver exquisito. 


Así pues, un talento menos en el mundo. Y de verdad que lo decimos convencidos y no llevados de ese comportamiento tan humano de criticar a los vivos y alabar a los muertos, aunque los vivos sean buena gente y los muertos unos bichos malvados que lo mejor que podían hacer es pudrirse bajo la tierra. Las virtudes de The Child Lov (Double Six, 2013) se encuentran en sus sonidos gruesos, oscuros, abisales, dominados por sintetizadores fúnebres, loops de percusión dura y punteos de guitarra eléctrica. Una especie de Prince introvertido y alucinado. 

Dos curiosidades finales. LOV es el acrónimo de Light-Oxygen-Voltage, que es como se conoce a los sensores proteínicos de ciertas algas para detectar las condiciones ambientales. La otra es que en el tumblr de The Child of Lov daba salida a una curiosa fijación: fotos de mujeres comiendo, sobre todo de famosas.

domingo, 22 de junio de 2014

Ette aquí #57: The Bronzettes

Las raíces del nothern soul son profundas y sinuosas, tanto que a veces es difícil seguirles el rastro cuando empiezas a tirar de una. El caso de The Bronzettes lo demuestra. No parece haber muchos datos fidedignos por la red al respecto, así que lamentablemente lo que sigue a continuación son más suposiciones que verdades, a la espera de que algún lector más experto en la materia aporte la luz necesaria. 

En noviembre de 1962 el sello Parkway publicó uno de tantos 7’’ de la época con más probabilidades de pasar inadvertido que de llegar arriba en las listas de éxito. Era tal el aluvión discográfico de estos pequeños artefactos sonoros, que descollar se hacía muy complicado. Así pues, ahí tenemos a un cuarteto de chicas de color llamadas The Bronzettes desgranando esta barbaridad de nothern soul compuesta por E. Evans y J. Nelson


La cara B la ocupaba el tema «Run Run You Little Fool», compuesta por L. Campbell y A. Williams. En ambos casos, produjo «el rey del twist», Chubby Checker. (Chubby Checker, de nombre Ernest Evans, se casó en 1964 con la Miss Mundo holandesa Catharina Lodders. Checker aparece citado por Billy Joel en «We Didn’t Start A Fire» y más recientemente por Attack Decay en la tercera estrofa de Rockin’ Roll.) 

Asimismo, a nombre de The Bronzettes se conoce el 7’’ «(Beggin) Baby Don’t Leave Me» (Double Soul Records), compuesto y producido por J. Murray (Jerry-O). No sabemos fecha, pero el parecido vocálico y, fundamentalmente, el hecho de que tanto Checker como Jerry-O se movieran por los círculos de Chicago presagian que se trata del mismo grupo de chicas. 


También de Chicago era George McGregor. Sus primeros pasos musicales fueron junto al combo vocálico The Antennas —también conocidos como The Squires—. En 1967 McGregor obtuvo un gran éxito con una balada de nothern soul titulada «Temptation Is Hard To Fight», en la que se anunciaba como George McGregor & The Bronzettes. ¿Eran las mismas chicas? 

viernes, 20 de junio de 2014

Sales en mi canción #80


Mark Kozelek, que ya desde hace tiempo camina en solitario por el mundillo musical, concibió Sun Kil Moon como una continuación de sus anteriores Red House Painters, tan demorados que las expresiones 'ralentí' o 'cámara lenta' resultaban vertiginosas. Benji (Caldo Verde, 2014) es el sexto álbum como Sun Kil Moon. Contiene once canciones rebosantes de palabras, repletas de frases, historias, nombres propios, en las que la música —apenas unas guitarras acústicas y una suave percusión, comandada por Steve Shelley— es más un acompañamiento, una argamasa con que pegarlas. Aparece algún xilófono esporádico, un saxo al final y poco más. El tono confesional de las letras ha hecho que la crítica especializada haya valorado muy positivamente el álbum, pero aquí se nos antoja verborreico de más y de escasa aportación musical. La confesionalidad por sí sola está sobrevalorada.

En cuanto a los nombres propios que salen mencionados, y que es el motivo que nos ha traído aquí, las referencias a otros artistas ocupan gran parte: 

«I Watched the Film the Song Remains the Same»
El título de la canción es bien explícito, así pues la letra trata de las reflexiones que le asaltaron a Kozelek mientras veía ese documental sobre Led Zeppelin. Entre sus líneas se encuentran citados a Jon Bonham, Jimmy Page y John Paul Jones:

Jimmy Page stood tall on screen
I was mesmerized by everything 
The Peter Grant and John Paul Jones dream sequence scenes 
[...] 
And I loved the thunder of Jon Bonham's drums

«Micheline»
Recuerdos de su infancia y su adolescencia: una chica que estaba enamorada de él, la muerte de un amigo, su abuela... Y David Bowie y Paul McCartney en su memoria.

And Micheline would walk down the street glowing 
and smiling like she just got Paul McCartney's autograph.
[...]
It was the first time I saw a hummingbird, or a palm tree, or a lizard,
Or saw an ocean, or heard David Bowie's "Young Americans.

«Jim Wise»
Se deduce que Wise, quien acabó pasando un tiempo en prisión, era un viejo amigo de su padre y tenía discos de:

His albums are The Doors and Stevie Nicks.

«Dogs»
El primer amor y cuando la música tenía un valor más allá del meramente artístico. «Dogs» es la canción de Pink Floyd:

Oh Patricia, she was my first love. She sat eight rows behind me and I couldn't breathe. I gave her Pink Floyd - Animals when we were in sixth grade.

«I Love My Dad»
Su primera guitarra la compró su padre. Kozelek aún intenta emular al guitarrista de Wilco cuando practica:

When I was a kid my dad brought home a guitar he got from Sears. 
I took lessons from a neighbor lady but it wasn't going anywhere 
He went and got me a good teacher and in no time at all I was getting better. 
I can play just fine. 
I still practice a lot but not as much as Nels Cline.

«Richard Ramirez»
Recuerdos del vecindario, la historia de un asesino y la evocación de algunas muertes de famosos:

And the TV headlines: "Elvis Presley is dead"

«Ben’s My Friend» 
Corte final, compuesto por el imperativo de que, como dice la propia letra, I needed one more track to finish up the record. Está dedicada a Ben Gibbard, de Death Cab For Cutie, aunque en la letra se habla de su otro grupo, The Postal Service:

The other night I went and saw The Postal Service
[...] 
I thought of Ben when I met him in 2000 
At a festival in Spain.

jueves, 19 de junio de 2014

Parecidos razonables #25: Gedge/Zapatero

Cada día que pasa, mayor parecido va habiendo entre el ex presidente del Gogierno José Luis Rodríguez Zapatero y el líder de los fabulosos The Wedding Present, David Gedge:

lunes, 16 de junio de 2014

5 sobre... #30: sicomoros

El plátano es árbol crecido y frondoso, de abultada sombra en verano y mucha hoja por los suelos en otoño. En inglés se le conoce como sycamore, que no debe confundirse con el sicomoro original de Egipto y primo de la higuera. Por alguna razón que Gog desconoce, en los países anglosajones goza de mucha popularidad —tal vez, simplemente, porque abunda por aquellos lares—, tanta que no es difícil encontrar canciones dedicadas a él: 

> Little Jimmy Scott: «Sycamore Trees» (1992). Acaba de fallecer, después de una vida errática, extraña, complicada. A David Lynch le fascinaba su voz de contralto y le compuso, junto a Badalamenti, este tema triste y doliente para la banda sonora de Twin Peaks

 

> Bill Callahan, «Sycamore» (2007). Mira que Callahan ha compuesto canciones emocionantes, pero es que esta es sublime. 

 

> Fionn Regan: «100 Acres Of Sycamore» (2011). El cantautor irlandés de corte de pelo tipo cazo, imbuido de sus raíces folkies. 

 

> Death Cab for Cutie, «Underneath The Sycamore» (2012). Clásica pieza del combo de Ben Gibbard, es decir, pop de mucha construcción, en este caso con truenos incluidos. 

 

> Bibio: «Sycamore silhouetting» (2013). Corte instrumental y acústico del proyecto del multi-instrumentista inglés Stephen Wilkinson, alejado de la electrónica que suele practicar. 

domingo, 15 de junio de 2014

Y ellos se juntan #: Eno · Hyde


No hay nada más impredecible que un próximo álbum de Brian Eno. ¿De qué irá? ¿Será una rayada experimental o tendrá un formato más clásico? ¿Conceptual o heterogéneo? ¿Con quién colaborará? ¿Carne o pescado? ¿Mar o montaña? ¿Estudias o trabajas? 

Sus mutaciones son legendarias. La última de ellas bien podría haberse llamado Dr. Eno & Mr. Hyde, pues se trata de una colaboración conjunta con el líder de los electrónicos Underworld, con quienes ya había trabajado en el tema Beebop Hurry de 2011. Además, y esto era casi inevitable, hay aportaciones de algunos viejos amigos, como el saxofonista de Roxy Music o el batería de Coldplay; e incluso su hija Darla Eno sale haciendo coros. 


¿Y de qué va Someday World (Warp, 2014)? Pues básicamente es el synthpop que ya practicaba Eno a comienzos de su carrera en solitario —porque suena más a Eno que a Underworld—, así que en ese sentido no son demasiadas las novedades tantas décadas después, lo cual ha acarreado una tibia acogida del disco en general, si bien no se entiende por qué eso hace que uno no pueda seguir emocionándose con temas tan logrados como "The Satellites", "Daddy's Car", "Who Ring The Bells", "Witness"...

Well Well Well Well Well Well Well Well 
Between One-Two Am 
I Miss You I Miss You I Miss You I Miss You 
Again And Again And Again

sábado, 7 de junio de 2014

Ellas llevan el ritmo #57: Paula Fernández y Fiona Campbell

Anoche en la ciudad: Chain & the Gang teloneados por El Pardo. Poco que ver entre ambos en estilos, tanto musical como estético; los primeros, uniformados como estrellas del firmamento, provienen del rock garajero; los segundos, españoles, del hardcore y el punk, con camisetas DIY y playeras. Pero tienen en común una feliz coincidencia: en ambas bandas es una chica quien toca la batería. 

> Paula Fernández se encarga de poner orden con la batería en El Pardo mientras sus compañeros le dan con rabia a las guitarras y, sobre todo, a la voz. Las letras de la banda hablan de la situación socio-política que se vive ahora en el país, la degradación de las instituciones y de la clase política, a la que se ataca y critica sin conmiseración. Están a punto de sacar su segundo álbum, tras su homónimo debut en 2013. Para hacerse una idea, allí brillaban temas como «El inútil de Mariano» y «Las clases ociosas». 


> Chain & The Gang es el proyecto que ocupa últimamente, en lo musical, a Ian Svenonious, otrora vocalista de los subversivos The Make-Up. Cree en el rock crudo, sin aditivos ni conservantes, y como espectáculo. Acaban de publicar su cuarto disco, Minimum rock n roll (Fortuna Pop!, 2014). En esta banda se hace acompañar casi siempre de instrumentistas femeninas. Entre ellas, Fiona Campbell a la batería.

miércoles, 4 de junio de 2014

Letras sin acordes #13: la autobiografía de Rod Stewart



Ser cantante en una banda de rock es simplemente 
el mejor trabajo del mundo. 
Después de eso, todo es una pérdida de categoría.

Ser tirando a feote y tener la voz arenosa como una duna y aún así haber sido ídolo de masas, haber vendido millones de discos, convertirse en multimillonario, gastar ese dinero en mansiones y autos de maravilla, comprarse un equipo de fútbol y haber tenido relaciones sexuales con decenas de mujeres en las que el adjetivo ‘espectaculares’ apenas les hace justicia —¡estamos hablando de alguien que llegó a desvestir a Kelly LeBrock, “la mujer de rojo”, por todos los santos!—, es algo que sólo pueden ocurrir en el mundo del rock. 

Rod Stewart puede contarlo. Y lo hace en su Autobiografía (Plaza & Janés, 2012) con tal desparpajo y tal sentido del humor que las 400 páginas pasan volando. No sabemos si quien le ha dado el estilo definitivo ha sido él mismo o algún negro literario contratado para el caso, pero el resultado tiene pulso y engancha; si encima ha sido el propio Stewart…, chapeau. En cuanto al contenido, pues se trata de la narración de una vida formidable que la mayor parte de los mortales no nos acercaremos ni a imaginar. La primera mitad es especialmente interesante para musicólogos: sus inicios como cantante bajo la tutela de Long John Baldry, sus andanzas con los Steampacket y, sobre todo, su ayuntamiento con The Faces[*] —las correrías con su inseparable Ron Wood, groupies incluidas, ocupan bastantes páginas— y Jeff Beck Group. En medio de estas aventuras musicales van intercaladas anécdotas y comentarios sobre los otros muchos artistas que ha tratado; por ejemplo, cuanto habla de su amistad con Elton John es desopilante (estamos hablando de gente que se regala un Rembrandt por su cumpleaños). 

Y mujeres, muchas, muchas mujeres. Todas las relaciones sentimentales y carnales, que ha tenido a lo largo de su vida contadas con bastante sinceridad y nobleza, lo que ocupa la mayor parte de la segunda mitad. 

Durante nuestras forzadas separaciones, Britt [Ekland, ex chica Bond] me enviaba cartas de amor en paquetes que también contenían un par de bragas. Dios santo, hay que ver cómo han cambiado las cosas con el correo electrónico. 

En esa última parte también sorprende encontrarse a un artista que lo tiene todo confesando su desesperación por volver a encontrar el camino del éxito. Un artista con el orgullo y el amor propio heridos, consciente de «una fama mundial y una vida con más magia de la que nadie tiene derecho a soñar», pero que sin el éxito se siente totalmente vacío. Los dos últimos capítulos resultan algo empalagosos —feliz esposo/padre/abuelo—, pero nos ha hecho pasar tan buen rato antes que se le perdona; casi como el título original inglés: Never A Dull Moment ('Ni un instante de aburrimiento' hubiera sido mucho más acertado que cambiarlo por ese aséptico 'Autobiografía'). La edición se acompaña de decenas de fotos inéditas y un muy útil índice onomástico. 

[*] La palabra faces no hay que traducirla por lo primero y obvio que nos viene a la cabeza, sino por "figuras". Era lenguaje coloquial de la época para señalar a aquellos que iban a la moda y se hacían notar. Quizá hoy se llamarían The Hipsters.