lunes, 28 de diciembre de 2015

Pero qué listas son #7: discos internacionales de 2015

Es sabido, como cantaban Ellos, que las listas van de listas, pero por si a alguien le pudiera resultar de cierto interés, he aquí listados los discos de 2015 que más le han gustado a Gog en el apartado internacional. No pretende ser una lista de lo mejor del año, porque no ha escuchado todo lo que se ha publicado; sólo son unos cuantos discos destacados de los que él se ha comprado. El orden no obedece necesariamente a una estricta calificación. 

1. Special Interest - Your Clumsy Grace 
¿Punk-pop? ¿Pop-punk? Yo quiero desayunar lo mismo que ellos. 

2. Sandra Holy - Filter 
Vuelve la canadiense con su dream pop de alta costura, esta vez con menos envoltorio y más sustancia. 

3. Tryp Advisor Loneley Hearts Club - s/t 
Si el petróleo fuera como la cantera escocesa, sería inagotable. 

4. Lustrous - Schafrencementerypoetic2plus 
Folk marciano, como si a Funkadelic les diera por tocar el clavicordio y encima resultara hipnótico. 

5. The Nameless - No Names 
Los de Gill Stephanous han conseguido un álbum de guitarras como hacía tiempo no se escuchaba. 

6. Conundrum - Who's In Trouble? 
35 maravillosos minutos que se ponen sin parar una vez tras otra. 

7. Action/Reaction - Interstellar 
Mientras el mundo anda entretenido con Star Wars, el verdadero lado oscuro de la fuerza está haciendo de las suyas.

8. G.I.F. - Debuting 
Electrónica industrial capaz de fundir una central nuclear. 

9. My Witty Valentine - There Are Many Places To Go, but My Legs Are Broken 
El reverso perverso de "Mis botas están hechas para caminar". Estas chicas llegarán lejos. 

10. Pete R & The Visionary Souls - All Our Careful Plans 
Le han bautizado como el nuevo Springsteen; lo cierto es que su rock para la gente del pueblo suena sincero y vigoroso.

domingo, 27 de diciembre de 2015

En Re de reedición #6: Lee Robinson Machine

Lee Robinson fue un inglés de Birmingham que vivió como pez en el agua en el underground madrileño, más concretamente en los aledaños de la calle Pez, donde tenía su cuartel el sello de Ajo y Javier Colis, Por Caridad Producciones. Y en Madrid murió en 2001 a los 44 años.

Si bien pasó por muchas bandas, más y menos (o nada) conocidas —como Fortunate Sons, The Great Outdoors, The A-10, Yage, C’mon Babies o Sin City Six—, Munster Records, en colaboración con Light In The Attic, ha reeditado su único disco en solitario, que firmó como Lee Robinson Machine. Family Album lo publicó Por Caridad Producciones originalmente en 1997 en cedé (fue la era dorada de los cedés), así que ahora sale en vinilo, con portada nueva, acompañado de numerosas fotografías de la época, letras de las canciones y textos del que fuera co-productor, Javier Piñango, y de los responsables de esta nueva puesta en escena, Eva e Íñigo Munster

 Portada de la reedición en vinilo (2015)

La estampa de Lee Robinson recuerda a la de otros ilustres perdedores, del tipo Johnny Thunders o Nikki Sudden, almas geniales varadas en las alcantarillas de la vida. Por la retahíla de variados adjetivos con que Piñango le dibuja en los insertos, Lee debió de ser todo un personaje, excesivamente excesivo y pendular: histérico, alunado, emocional, tan encantador como odioso, imposible, generoso, brillante, torpe, nervioso y borracho. Y un genio si se escucha este álbum. 

Grabado en un ocho pistas (Fostex Model 80), el mismo en el que grabaron por aquel entonces  Mil Dolores Pequeños, el disco es un compendio apabullante de blues psicótico (hace versiones de Willie Dixon y Elmore James), country alternativo, discopunk, ambiente a lo Suicide, new wave, rocksteady alucinado, experimentos sonoros, todo ello sacado de un Casiotone, una guitarra y un tambor. Hombre orquesta, tocó y cantó todo cuanto se oye en el disco, con la pequeña aportación de Colis y del propio Piñango de algún teclado extra; además, él mismo diseñó el disco de cabo a rabo

Al igual que los mentados Thunders y Sudden, su apariencia dura y la aspereza del sonido contrastan con la ternura que derrochó Robinson en sus canciones, tanto en la composición como en la interpretación (I’ll Be Your Lover” te llega hasta las lágrimas). Emocionante tesoro el que acaban de poner en nuestras manos.

Portada original en la edición en cedé (Por Caridad Producciones, 1997)


miércoles, 23 de diciembre de 2015

Grafitis por el mundo #44: Gante

Werregarenstraat es un pasaje que une las calles de Hoogport y Onderstraat en la ciudad belga de Gante, a pocos metros de su centro histórico. Como puede verse en el vídeo, no hay un palmo en toda la callejeula que no esté cubierto de arte urbano.

lunes, 21 de diciembre de 2015

Ette aquí #66: The Fabergettes


Poca información hay sobre este cuarteto de Sydney. Sabemos que ellas se llaman Natty Martin (voz, guitarra y pelazo) y Bec Allen (bajo y coros); ellos, Brendan Walsh (guitarra coros) y Nick Franklin (batería). También que tocan o han tocado en otras formaciones: Cuthbert & the Nightwalkers, Catcall, Palms y Metal Babies, siguiendo el mismo orden. 

Comparten un amor infinito por el doo wop y el pop garajero de los sesenta. Apenas han publicado un par de 7’’ —imposibles de localizar ya—. Big Bruiser (Not On Label, 2013) contiene cuatro temas, prensados en un vinilo coloreado. El otro es Ding Dong/I Cry (Marineville, 2013), sus dos mejores piezas, que se pueden descargar gratuitamente en su bandcamp junto a otro par de temas. 


La última noticia de la banda en su Facebook lleva fecha del 28 de enero. Subieron unas cuantas fotos de uno de sus conciertos, pero desde entonces parece un proyecto muy parado.

sábado, 19 de diciembre de 2015

Discos con portada con discos #78

 Blondie - Heart of Glass/Fade Away (And Radiate) [Chrysalis, 1978, 7'', edición italiana]

Shabby Tiger - s/t [RCA, 1976]

Blowfly - Disco [Weird World, 1977]

Dwarves - Invented Rock & Roll [Recess, 2014]

Oblivians - Never Enough [Sympathy For The Record Industry, 1994]

Oblivians - Six Of The Best [Sympathy For The Record Industry, 1995]


Oblivians - Best Of The Worst (93-97) [Sympathy For The Record Industry, 2000]

Betty Davis - Crashin From Passion [P-Vine, 1995, edición japonesa]

Varios - Buttshakers!! Soul Party Volume 7 [Mr Luckee Records, 2012]

Varios - Saint and Sinners Vol. 3 [Sheik Records, 2012, edición española]

Varios - Saint and Sinners Vol. 2 [Sheik Records, 2012, edición española]


Transex - The Heart Of The State [White Zoo, 2012]

miércoles, 16 de diciembre de 2015

El arte de decir que no #5: Selvática


Que Manu G. Sanz y Paula Vilas sienten atracción por las palabras esdrújulas parece evidente. Tras dar por concluida su aventura musical como Indómitos —gloriosamente, por cierto, con la publicación del arrebatador y bellamente oscuro Demos 2008-2010 (Discos de Kirlian, 2015)— han reiniciado ahora, una vez asentados en Río de Janeiro, la carrera como Selvática, junto a otros tres músicos del underground gallego.

Aunque en teoría es un nuevo esdrujulear, sigue intacto el acento sobre la intensidad y el ritmo abrasador con que este par suele acometer las cosas. Un mundo extraño (Discos de Kirlian, 2015) es un pequeño vendaval, de los que mejor no haber ido a la peluquería ese día, porque el despeinado está asegurado después de haberse escuchado la docena de arrasadores temas que lo componen. Tres son los muelles en los que toma impulso: los principales, los teclados de Vilas, lacerantes y crispados, junto a la batería violenta de Iban Pérez, que dotan de una energía huracanada a las canciones. Y luego las propias composiciones de Sanz, por las que desarrolla toda una fantasmagoría existencial que desemboca en ese mundo extraño y negacionista suyo. Será casualidad y probablemente ni siquiera ellos mismos serán conscientes del siguiente dato (o sí), pero el caso es que en diez de las once canciones con letra hay expresada alguna negación.


En directo en la sala Charenton de Vigo el 25 de diciembre de 2015.

El quinteto se completa con el bajo de Israel Ruiz y una guitarra más, la de Luismi G. Almuíña. Y en Galicia se han reunido para grabar a saco ecos de post-punk mezclados con ramalazos pop y guitarras surferas. Desde los primeros punteos del instrumental que abre el disco —y qué bien que se recuperen los instrumentales— se percibe que en ese álbum va a ver algo que merece la pena. En el resto de cortes alternan la voz principal tanto Manu como Paula (seis y cuatro respectivamente, y una a dúo), lo cual no sólo termina de rematar el paralelismo con Triángulo de Amor Bizarro (mismo origen gallego, mismo palo musical), sino que le confiere una variedad muy saludable al disco. «Ella es especial» será su himno por siempre, el tema que los seguidores devorarán a base de pogo en sus conciertos. «Qué más da» y «No eres real» son buenos ejemplos de esos teclados devastadores de los que hablábamos. «Nadie como tú» es una canción doble, si puede decirse así, pues va decreciendo hasta el punto de que parece que va a terminar cuando de repente resucita y se levanta con fogosidad durante otro minuto y pico. El desquicie en plan free jazz de «La fuerza animal» es incontenible. En «Selvática» te hiela un teclado fúnebre, muy apropiado para un funeral, y el tema acaba derivando hacia algo así como si se liaran a martillazos. Y no satisfechos del todo, cierran el álbum con otra tormenta sónica, que además es la que lo da título.

Dicen que la selvática es una flor que se da en Brasil con el calor y el sudor del sol. Celebremos este florecimiento, porque el aroma que nos trae Selvática es fresco y conmovedor.

miércoles, 9 de diciembre de 2015

Debut #101: Expert Alterations


Las corrientes de aire son una fuerza motriz central de tiempo y clima. Las corrientes artísticas actúan de manera similar y esparcen, a lomos del viento de las influencias, las semillas de toda creación. 

Quince mil kilometros distan entre la ciudad neozelandesa de Dunedin y Baltimore. En esta última se rodó la serie de television por excelencia —The Wire— y de allí es el trío Expert Alterations, aunque imaginamos que no de barrios tan marginales como por los que patrullan McNulty y compañía. Por los poros de Patrick, Alan y Paul transpiran los aires del sonido Dunedin, esto es, la guitarra jangle, líneas de bajo mínimas y una batería de fiesta permanente. He ahí tal cual lo que se encuentra encerrado en el animoso You Can’t Always Be Liked (Kanine, 2015). Tan sólo un ligero teclado se atreve a hacer algún acto de aparición, como en «Psychic Surgery». Los otros diez cortes se suceden a galope bajo las riendas de los tres instrumentos mencionados. De entre todos, brilla especialmente «The Past And You», tan lleno de alegría y pena: un ritmo que acelera el corazón y una letra que convoca los fantasmas de una relación pasada rota. Ese contraste entre un sonido alegre y vivaz y unas letras pesimistas es tal vez la otra característica destacada. Escuchas gloriosos parapapeos mientras se narra un fracaso personal tras otro: 

I can see why you turned back on me 
Because I was nothing but cruel 
And I’m such a stupid fool 
Papapapapapapa 

El pasado y Expert Alterations con todo el futuro por delante.

domingo, 29 de noviembre de 2015

Se aceptan fantasmas #19

La antigua sede de Telefónica, en la madrileña calle de Ríos Rosas. La del atentado de terrorista de ETA, hoy todo un monumento a la fantasmagoría urbanística española.





viernes, 27 de noviembre de 2015

Las nuevas aventuras del llanero solitario #47: Caliza

Nuestros pasos a través del espeso bosque llamado redes sociales van dejando un rastro a modo de migas garbanciteras con las que se podría recomponer un buen pan quien se molestara en ir recogiéndolas. Viene a cuento esta reflexión porque algo así me ha ocurrido por azar con Elisa Pérez, conocida principalmente por llevar las baquetas de Cosmen Adelaida. Y es que llamó la atención que a lo largo del año pasado recomendara vivamente por Twitter al menos dos temas que en principio poco tenían que ver con su labor a la batería. Los temas en cuestión eran «Anna» de Trio y uno de Oppenheimer Analysis, es decir, loops, krautrock, cajas de ritmo, electrónica fría… todo lo cual era extraordinario viniendo de una percusionista. ¿Se traía algo Elisa entre manos? 

Este año comenzó a extenderse a la velocidad ya no del rayo sino de Internet un nuevo y misterioso proyecto musical llamado Caliza. Los primeros temas colgados en la red nos pusieron tiesas las orejas —ese hit anti-verano llamado «Verano no» y después uno antinavideño, «Apuesta»—, y ante el entusiasmo suscitado (el entusiasmo que pueden llegar a generar los cuatro gatos que hay interesados en el indie patrio) y las ganas de conocer la identidad de la artista, se prefirió mantener el secreto de quién andaba por detrás, aunque pronto se rumoreó que era alguien conocido de la escena indie. Ahora podemos unir ambos puntos y cerrar el círculo.

Caliza es Elisa Pérez haciendo synthpop, o algo así como pop sintético industrial echando mano del garageband y un teclado. Su primer álbum no ha tardado en aparecer. No sólo eso; Medianoche/Mediodía (Discos Walden, 2015) es una enorme sorpresa. El año, sin él, no hubiera sido igual. 


Desde el primer corte, Caliza despliega esa capacidad suya para producirnos desconcierto y poner a prueba nuestra ambivalencia. Es como si sus canciones nos rodearan con una soga y tirasen de ambos lados en direcciones opuestas: mientras nos anima con ritmos sintéticos bailables, nos hiela el alma con unas letras donde vierte su pesimista visión de la existencia, demasiado real como para que no nos afecte. «Verano no», gélida como una estatua, con un martilleo machacón y una tristeza palpitante que te horada el ánimo hasta verte hecho un trapo con el bajón, es el mejor ejemplo: 



Y así al menos hasta «Schadenfreude». Después, en la segunda mitad, el disco se zambulle musicalmente en la placidez del ambient, sólo alterado por las nervudas pulsiones de la inquietante «Misterio», pero siempre con esas letras prestas para una pesadumbre honda y serena: 

Es el final, es el final, no parecía que fuera a llegar. 
Es el futuro, es el futuro, ¿quién iba a decir que estaría tan sucio? 
Este es mi hogar, este es mi hogar, sea lo que sea este lugar. 
Voy a dormir, voy a descansar, no hay nada que hacer en el futuro, en el final.

Tremendo disco. Lo lleva al directo acompañada por el bajo Laura, de Rusos Blancos. Ha sido Discos Walden el sello que se ha encargado de publicarlo. No podía haberse puesto Elisa en mejores manos, pues se trata discográfica más interesante del país para referencias nacionales, con un ya antológico catálogo de novedades que nos ha descubierto y que ha editado con un gusto inmejorable. Con ese buen gusto y el mejor hacer que tiene su capo, ha pergeñado para la ocasión un vinilo numerado que se acompaña de pegatinas para que cada cual tunee la portada a su antojo. 

viernes, 20 de noviembre de 2015

¿Y tú de quién eres? #25 // Cosas de hermanos #75: Minuit


Las parejas sentimentales que forman un dúo musical es un género en sí mismo. Los ha habido en todas las épocas y los sigue habiendo: Iker & Tina Turner, Chrisma, Everything But The Girl, Mates of States, The Rosebuds, Souvenir, Klaus & Kinski... Rizando el rizo, hasta se da el caso de bandas formadas por varios emparejamientos —léase Abba, Fleetwood Mac o The Mamas & The Papas—, con el subsiguiente lío. Aunque a veces, incluso con la ruptura como pareja de por medio, se mantiene el combo, que una cosa es el amor y otra los negocios. 

Catherine Ringer y Frédéric Chichin se enamoraron hasta las trancas en 1979; al año siguiente ya estaban dando conciertos juntos como Les Rita Mitsouko, ella a la voz y él a la guitarra y los sintes. Extravagantes al máximo, consiguieron llamar la atención con su look a base de anoraks fluorescentes o bolsas de plástico de Félix Potin (como ponerse aquí unas de Galerías Preciados) y su ecléctico synth-pop, que en ocasiones aderezaban con ritmos latinos, pizcas de jazz o lo que hubiera por encima de la mesa en la que cocinaban sus ideas. Dejaron un porrón de elepés y tres retoños, de los cuales dos siguen ahora los pasos musicales paternos como Minuit, si bien se presentan con los apellidos paternos por separado: Simone Ringer y Raoul Chichin.

Están empezando, por lo tanto su obra es aún exigua; de momento se reduce a un EP en formato digital y un vídeo. Evidentemente es poco material para juzgarlos, pero se entrevé la misma genialidad e irregularidad que tenían sus padres, que siempre fueron más de buenas canciones que de discos redondos. Así, el tema que abre el EP de Minuit te atrapa de inmediato y no hay duda de quiénes son hijos, musical y biológicamente hablando: 



En los tres temas siguientes hay que escarbar un poco para encontrarles la originalidad. Tienen menos chispa y son mucho más acomodados; en ninguno falta un pequeño solo de guitarra. Al final vuelven a bordarlo en «Sur Les Berges», una pieza mayúscula de pop francés de suntuosa instrumentación.

jueves, 29 de octubre de 2015

La cara oculta #17 // El arte de la versión #101: The Moog Cookbook


El casco es ese complemento que, más allá de a motoristas y pilotos varios, tan útil resulta a encausados que no quieren ser fotografiados a su entrada en los juzgados y a músicos que quieren mantener el anonimato. Ya sé que el nombre de Daft Punk os ha venido a la mente de inmediato. The Moog Cookbook fue otro dúo que también se cubrió las cabezas con estos yelmos modernos. 

Meco Eno y Uli Nomi fueron los seudónimos con que se bautizaron para ocultar asimismo su verdadera identidad, algo que no consiguieron del todo. Se llamaban Brian Kehew y Roger Manning y eran dos fanáticos de los sintetizadores analógicos. La idea con de The Moog Cookbook era hacer a la vez un tributo y una parodia de las grabaciones que se realizaron con moog a finales de la década de los sesenta y principios de los setenta. Para ello recurrieron a material de rock clásico y alternativo, que versionearon sólo de forma instrumental; eso sí, se autoimpusieron utilizar exclusivamente sintes analógicos, principalmente moog, claro. En los créditos del primero de los dos álbumes que publicaron estamparon un aviso claro: “No MIDI”. 

Cuando se crearon estos sintetizadores modulares en 1963, su sonido estaba desligado de toda cultura o tradición musical. Los gorjeos y sonidos intermitentes que producían no eran una extensión de ninguna tradición anterior. Al aplicarlos The Moog Cookbook sobre piezas archiconocidas compuestas en una época posterior al nacimiento de estos sintetizadores modulares, consiguieron una curiosa secuencia temporal: les confirieron un toque futurista con instrumentos del pasado, es decir, desplazaron lejos el contexto de esas canciones. Una especie de regreso al futuro. 

Todo este lío del tiempo se enmadeja aún más teniendo en cuenta que los discos de The Moog Cookbook son de mediados de los años noventa, era digital: The Moog Cookbook (Restless, 1995) y Ye Olde Space Bande (Restless, 1997). Es casi delirante el repertorio de versiones sintetizadas que llevaron a cabo. En el primero, por ejemplo, REM, Neil Young, Weezer, Nirvana, Tom Petty, Lenny Kravitz… Y en el segundo: David Bowie, Led Zeppelin, Van Halen, Eagles, Ted Nugent, Kiss… y en el que echaron una mano Wayne Kramer y Mark Mothersbaugh.






Poco más. Volvieron a unirse para grabar una pista para la película Moog (2004) y después recopilaron material sobrante de las sesiones anteriores en el disco Bartell (2006). No hay visos de que volvamos a ver los cascos del par de lunáticos de The Moog Cookbook. 

Por cierto, a ver si localizo un ejemplar del libro de cocina en el que se inspiraron para ponerse nombre: Moog's Musical Eatery (1978), de Shirleigh Moog, primera esposa del inventor de estos cacharros sonoros, Robert Moog.

domingo, 25 de octubre de 2015

Ellas llevan el ritmo #70: Nikki Eskola, de Teenage Moods

Dicen que la hipertensión arterial es el asesino silencioso de las enfermedades. Mina la salud y la socava sin que aparentemente parezca suceder algo extraordinario. De igual forma, sin aspavientos, sin ruido, sin pretenciosidad, y además con criterio y un gusto exquisito, el sello discográfico Tenorio Cotobade está infiltrándose en nuestro interior y empastándose en él tan subrepticiamente que amenaza con matarnos de un disgusto si algún día dejara de existir. ¿Exagerado? Es más que probable, por supuesto, pero de lo que tampoco hay duda es de que en su corta trayectoria el sello nos ha descubierto ya un puñado de bandas alucinantes: Zebra Hunt, Community Radio y Ginnels. Ahora nos trae a unos Teenage Moods de los que nada sabíamos por estos lares. 

Los de Minneapolis tenían un par de discos publicados (Mood Ring, 2011; Grow, 2013), en los que predominaba cierta psicodelia que dejaron en parte de lado para escorarse en su tercer trabajo hacia un pop de guitarras más burbujeante y energético. Este se editó en casete con el título de Rosebuds (No Problem Records, 2014). Tenorio Cotobade acaba de publicar cinco de aquellos ocho cortes, en un 12’’ titulado para la ocasión como Select Buds (2015). 

Hay ahí encerrada toda una fiesta, la que monta este cuarteto haciendo bailotear a las guitarras de Gordon Byrd y Kyle Sobczak alrededor de una batería vivaz, tocada por Nikki Eskola. Al excitante ritmo que crean juntos —súmese el bajo de Jilian— se le unen unas melodías llenas de felicidad que te envuelven y no te sueltan. Y por detenernos en algún detalle más concreto, destacan el irresistible toque new wave de «Groovy Regina» o el bajo ralentizado que sostiene a «Rosebuds». 

Lo malo es que en cuanto uno quiere darse cuenta ha terminado el disco. Sabe a poco, te deja con ganas de más, así que ojalá haya en el futuro un trabajo más extenso de estos Teenage Moods, y que se publique en el que hoy por hoy nos parece el sello discográfico más interesante del país para referencias internacionales. 

viernes, 16 de octubre de 2015

Gastan gafas #74 // ...Y ellos se juntan #95: Die Katapult


El alemán es un idioma marcial. Por eso casa tan bien con los ritmos sintéticos e industriales y los bucles sonoros. Que el krautrock naciera en Alemania no es casualidad. Si a esa marcialidad le añades melodía, el resultado de ese ayuntamiento suele ser infalible. 

Die Katapult lo practican. De hecho, Die katapult es un ayuntamiento en sí mismo. Se trata del dúo hispano-sueco formado por Elena Comas (voz y bajo) y Anna Fredriksson (voz, vocoder y teclados). La primera proviene de las filas de Neleonard y Gudar; la segunda, de ese combo inclasificable llamado Los Ganglios. Juntas han sacado un reconstituyente minielepé de 8 temas titulado Kristall Reinheit (Elefant, 2015), sin duda una luminosa muestra musical como hacía tiempo no deslumbraba a Gog. Han conseguido moldear ese punto entre cuadriculado y castrense con un pop electrónico vivo e irónico. Porque aunque ambas canten en la lengua de Nietzsche, podemos entrever en su letras retranca a raudales. No puede ser de otra forma si vemos que “Schweinsteiger” está dedicada al hoy centrocampista del Manchester United pero otrora en el Bayern de Münich de Guardiola, que "Deutsche TV” trata del comandante McLane, o sea, el protagonista de la serie alemana de los años sesenta Patrulla Espacial, que “Euromillionen”… bueno, sólo el título ya es una oda a la sorna. Y sumémosle que en "Braun" samplean la música de los créditos de la serie "Dinastía". 


No se entiende muy bien que la discográfica haya incluido este disco en ese fondo de saco que es su colección New Adventures in Pop, donde parece caber de todo bajo un criterio un tanto desparramado. Kristall Reinheit hubiera merecido entidad propia. La edición de 500 ejemplares numerados es en vinilo blanco de 10''.

sábado, 10 de octubre de 2015

Sales en mi canción #91

Mike Scott lleva publicando discos desde 1983 bajo el nombre de The Waterboys. Al tercer intento consiguió uno de esos temas que acaban convirtiéndose en legendarios. Así que han pasado tres décadas desde aquel The Whole of the Moon y ahí sigue Scott componiendo y grabando de forma bastante regular. 

Modern Blues (Harlequin & Clown, 2015), su reciente retoño, es un álbum adulto, con lo bueno y lo malo que eso implica; o sea, el poso del buen hacer y la sabiduría de quien conoce el oficio permanece inalterado, pero por lo mismo el impecable sonido nos remite a una época pretérita algo manida y encorsetada. El vino de Rioja está bien, pero hoy día se hacen caldos más vigorosos e interesantes en muchas otras partes. 

Los mejores sorbos de Modern Dance los saboreamos en el órgano que tapiza «Destinies Entwined» y «Rosalind», en el sentimiento con que interpreta «The Girl Slept For Scotland» y, sobre todo, en la preciosa «I Can See Elvis», que suena como un Robyn Hitchcock pletórico. La letra es una mirada retrospectiva a través de la figura de Elvis Presley

I can see Elvis 
Skinny like he was back in '57 
(…) 
With Hendrix, Dean and Marley
(…) 
Keith Moon behind him banging drums 
Charlie Parker all thumbs 
John Lennon doing handstands 
(…) 
Showing Crazy Horse and Marvin Gaye 

domingo, 4 de octubre de 2015

...Y ellos se juntan #94: FFS

Mejor solo que mal acompañado. A la mierda colaborar con otros. Yo me lo guiso, yo me lo como. Ni Mozart, ni Warhol ni Frank Lloyd Wright necesitaron de nadie para crear. Y FFS están convencidos de ello según afirman en «Collaborations Don’t Work». 

Lo curioso es que FFS es la inesperada y aparentemente esperpéntica colaboración entre Franz Ferdinand y Sparks, el joven cuarteto británico y el dúo angelino surgido en la década de los setenta. Y funciona; muy bien, además. Será que un chute de sangre joven hipervitamina o que de sangre vieja da un poso de equilibrada madurez. Tocar en una banda ya es una cuestión colaborativa; la huella de cada uno de los miembros aporta algo que hace que el resultado final sea diferente a lo que haría cada uno por separado. La historia de la música está plagada de ejemplos en los que un miembro se independiza y no obtiene ni de lejos el éxito de la banda madre. Lo bueno de las alianzas musicales es que a menudo conducen a lugares a los que no se habría llegado de otra forma. A las dos partes de FFS les ha sentado de maravilla a ambos retroalimentarse, y esa especie de vodevil pop de Sparks se ve potenciado y reconvertido con la base musculosa y rítmica de Franz Ferdinand.

El fruto ha sido un álbum sin más título que las tres letras iniciales (Domino, 2015). La autoría de los 16 temas —en la edición en vinilo doble; en cedé hay una edición con 12 cortes— se reparte por igual según consta en los créditos, pero escuchando atentamente lo que cuentan las letras se percibe más en estas la mano de Sparks, con sus personajes estrafalarios y las referencias irónicas a elementos de la cultura popular moderna: «Johnny Desilusional», «Dictator’s Son», «Police Encounters», «Piss off»… Para las huestes de Kapranos habrá sido toda una experiencia codearse con ese aire libérrimo y libertino de los hermanos Mael. Tanto las voces de Russell Mael como la Alex Kapranos encajan como si el tiempo simplemente hubiera estado esperando a que se encontraran.Por último, hacía tiempo que no se veía una secuenciación de los temas tan acertada.

domingo, 20 de septiembre de 2015

Cameos musicales #60: RocknRolla

El director de cine Guy Ritchie es una especie de Tarantino británico. Ambos hacen pulular por sus películas a seres de oblicua personalidad, marginales, violentos hasta el sadismo algunos de ellos, reyes de las cloacas y de los bajos fondos, gánsteres de poca monta o mafiosos de altos vuelos, estafadores todos. Cuando están rodando ambos, las fábricas de kétchup no dan abasto para producir la ingente cantidad de sangre ficticia que se necesita para tanto cadáver. También ambos intercalan un peculiar sentido del humor entre toda esa cadena de violencia. Y ninguno de los dos deja indiferente: o se les adora o se les vapulea. 

Ritchie anda ahora rodando superproducciones de éxito en Hollywood. En el camino hasta llegar allí, iluminó las pantallas con, por ejemplo, las tronchantes Snatch: cerdos y diamantes (2000) y RocknRolla (2008). 

Quizá no tiene el gusto musical de su colega Tarantino, pero la música también es un ingrediente importante de las pelis de Ritchie. En RocknRolla incluso rodó una escena de club con una banda tocando en directo. El grupo era The Subways, trío de apariencia alternativa y malota pero que en el fondo le da a un rock de estadio muy del gusto de los anunciantes y de eso que se llama el gran público. El tema que interpretaron en la película de Ritchie fue "Rock and Roll Queen": 

viernes, 11 de septiembre de 2015

Plataneces #44: Siouxsie & The Banshees

Christine, the strawberry girl 
Christine, banana split lady 

Christine es una chica que se esfuerza por poner una sonrisa en su cara que disimule cómo va haciéndose añicos por dentro. ¿Cuánto más podrá vivir disfrazando su estado de ánimo? El dramatismo habitual de Siouxsie Sioux anuncia que tal vez no mucho. 

Fue uno de los singles de Kaleidoscope (1980). En la cara B iba Eve White/Eve Black, que no se había incluido en el álbum —este detalle siempre es de agradecer y hace mucho más valiosa la pieza—. El diseño de la portada para el 7’’ era de Rob O'Connor sobre foto de Paddy Eckersley. Se ve una doble imagen femenina, cubierta con fresa una, con plátanos la otra. 


En el vídeo, Siouxsie aparece también ataviada de rojo y amarillo, un infrecuente colorido en ella para imitar a su triste Christine. 

lunes, 24 de agosto de 2015

¿Qué se sabe de los belgas? #33 // Cosas de hermanos #73 // El arte de la versión #100: Scala & Kolacny Brothers

Los hermanos Kolacny, Steven y Stijn, belgas por más señas, pianista uno y director de coro el otro, adaptan afamados temas del pop y del rock y los ponen en boca de voces femeninas angelicales. 

De Radiohead a The Cure, pasando por Abba, The Knife o Leonard Cohen, ya llevan más de una decena de discos con, al parecer, notable éxito.



viernes, 31 de julio de 2015

Ellas llevan el ritmo #69 // Género chico #73: Primetime


Afortunadamente, hoy día ya no es un escándalo que las chicas le bajen con toda naturalidad la bragueta a la portada del Sticky Fingers y por ella saquen el dedo del fuck you. No contentas sólo con eso, el EP de 7’’ (La Vida Es Un Mus, 2014) de las londinenses Primetime comienza al grito de “I want your body not your mind / don’t want to see you all the time”, vociferado por las dos cantantes, Lucy Anstey y Claudia Serfaty, mientras la batería y la acuchillante guitarra las acompañan en lo que parece el ritual de una tribu caníbal. Flora Watters y Maria son las otras dos componentes. 


Así pues, se trata de una banda de punk compuesta por mujeres independientes, emancipadas y desafiantes, con las ideas claras en lo existencial y en lo musical, aunque de momento apenas sumen cuatro temas. Y si el primero de ellos te atiza, atención al que abre la cara B, "Right Track", con una línea mugrienta de bajo capaz de una hecatombe con sólo tres notas.

domingo, 19 de julio de 2015

Vidas paralelas #4 // Preparados para un solo de órgano #36: Roberto Carlos y Lafayette


No cualquier músico brasileño sirve para la bossa nova, como no cualquier español puede ponerse a cantar flamenco ni todos los alemanes son capaces de componer óperas wagnerianas (bueno, esto último sí). Se tiene al brasileño Roberto Carlos por cantante romántico y baladista empedernido, pero antes de comenzar a vender millones de discos en la década de los años setenta bajo esa faceta, intentó triunfar, sin éxito, como cantante de bossa. En agosto de 1965, con la mecha de la beatlemania prendida en todo el mundo, la televisión brasileña inició un programa dedicado a las nuevas tendencias musicales, sociales y de moda y le reclutaron para presentarlo junto a los también músicos Erasmo Carlos y Wanderléa. El programa se llamó Jovem Guarda, que devino en un fenómeno nacional. Con él se originó en el país un nuevo lenguaje musical, alegre y desenfadado, cuya influencia principal era el pop y el rock y se miraba muy especialmente en el espejo de los Beatles. El gran mérito de Roberto Carlos fue darse cuenta de que a lomos de ese carro se le veía mejor, por lo que no dudó en encabezar dicho movimiento. 

Aquel mismo año grabó un álbum que, imperativos del sello discográfico, que pronto entrevió el filón, se tituló… Jovem Guarda (CBS, 1965). El sonido del álbum está sostenido principalmente por el órgano Hammond del que a partir de entonces sería su músico acompañante durante un lustro, Lafayette Coelho Varges Limp. Este había sido requerido por Erasmo Carlos —por cierto, ningún vínculo familiar con Roberto— para grabar el piano en un álbum suyo, pero Lafayette se presentó en el estudio con un Hammond B-3. Erasmo Carlos probó entonces a ver cómo sonaba aquello; el resultado fue de su agrado, así como del de Roberto, que también andaba por allí, y ya sabemos de su infalible radar. De todas formas, hay que tener problemas auditivos muy graves para obviar el maravilloso sonido del Hammond de Lafayette, tan cálido, lírico y emocionante. El caso es que juntos, antes de que Roberto Carlos pasara a dedicarse a los baladones que le harían ultrafamoso, se unieron en la que a la postre ha resultado ser la época musicalmente más interesante del cantante, aunque los millones de vinilos posteriores que hay diseminados por los hogares de todo el orbe indiquen otra cosa. 

Detengámonos en dos canciones que ejemplifican la grandeza que ambos lograron juntos. El primero es «Esqueça», cuarto corte de su siguiente álbum: Eu Te Darei O Céu (1966), obra cumbre de Roberto Carlos a nuestro entender. 

 

Lo de Lafayette abriéndole paso no tiene nombre de lo bello que es; y luego retirándose para dejarle a la voz expresarse, y volviendo a continuación cuando se necesita su presencia… Es un oleaje hermoso y perfecto. 

En 1968 ganó (¿ganaron?) el festival de San Remo con Canzone per te. Durante mucho tiempo Roberto Carlos fue el único artista sudamericano con tal gesta en su haber. La canción ganadora abriría más tarde el álbum San Remo 1968, publicado en 1975 y que recogía piezas suyas que andaban sueltas y desperdigadas pertenecientes a la segunda mitad de la década anterior. La pieza que sigue a esa canción es el otro ejemplo que queríamos mostrar. «Eu daria minha vida» es una de las canciones más tristes y desoladoras que se hayan compuesto. La letra, cantada por Roberto Carlos con un tono de patetismo realmente desgarrador, consigue hacer saltar las lágrimas del oyente como le pille en horas bajas y con la guardia desarmada. 

 

El caso de Roberto Carlos, guste o no su música, es un ejemplo de superación personal encomiable, pues lleva una pierna ortopédica de rodilla para abajo desde que a los seis años le arrollara un tren, lo cual nunca fue óbice y cortapisa para salir de gira multitudinarias, ganar prestigiosos festivales, presentar programas de televisión o actuar en el cine en películas de acción, como puede verse en esta escena de Em rítmo de aventura (1967): 

 

En cuanto a Lafayette, actualmente está considerado el mejor organista en activo y es una eminencia en todo lo referente a la marca Hammond, que acude a él para probar sus nuevos modelos. Tiene grabados decenas de discos en solitario.

sábado, 4 de julio de 2015

La banda sonora de un libro #18: Todavía no me quieres, de Jonathan Lethem

Algunas obras literarias menores desprenden cierto encanto innegable. Sería el caso de la novelita de Jonathan Lethem titulada Todavía no me quieres (Mondadori, 2008). Claro que todo es relativo, principalmente porque hay libros que se saborean más o menos dependiendo de la edad del lector. El impacto no es igual si se leen El guardián entre el centeno de adulto y La Regenta de adolescente que al revés. Así pues, puede que para un joven de entre 18 y 20 años, que además esté montando una banda de música independiente, la lectura de la novela de Lethem podría causarle el mismo efecto que si hubiera leído Hamlet o El Quijote. Superada esa determinada franja de edad, se queda en un entretenimiento, a veces encantador, pero otras, no tan ameno. 

Es la historia de cuatro amigos que deciden montar un grupo. Todas las historias que tratan de cómo unos chavales deciden formar una banda y las querencias y fricciones que se derivan son prácticamente iguales, llámense The Movies o Axolotes Mexicanos, por ejemplo. No hay forma de resultar muy original con esto. Lethem no es la excepción, aunque se nota que intenta escaparse de lugares comunes, sin duda, pero el fondo de la cuestión lleva repitiéndose décadas y así seguirá siendo. 

Pese a lo que pueda parecer, no hay un chorreo de nombres y referencias metamusicales en la novela. Lethem lo hace premeditadamente, quizá para no ahuyentar a un público no versado en el tema. Y de las que se vierten, se hace tan de puntillas que Gog había decidido no reunirlas a modo de banda sonora del libro. Sin embargo, dos apuntes han resultado fundamentales para convencer a Gog de lo contrario: una cita con una alusión musical imprescindible —«En el equipo sonaba una cinta que Lucinda había escuchado cientos de veces, una mezcla de grupos de Australia y Nueva Zelanda»— y, sobre todo, la mención del álbum We Are Not Men: We Are Devo

Lamentablemente, no se especifica alguna de esas bandas de nuestras antípodas, excepto a The Verlaines en otro pasaje de la obra, así que obviando esta cuestión, una posible banda sonora del libro sería, en orden de aparición, la siguiente: 



El título del libro, según ha explicado el propio Lethem, está inspirado en dos canciones homónimas, de Roky Erikson y The Vulgar Boatmen. Las otras canciones referidas explícitamente a lo largo de la novela son las de Black Sabbath, The Clash, The Soft Boys, The Verlaines y las dos de The Rolling Stones. El resto son elección de Gog, con la salvedad de que la de Devo pertenece al álbum citado.